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El 5 de mayo de 1841, las páginas del semanario La Palma reproducían el artículo“A Jorge Sand. Vindicación”, la feroz respuesta que su director, el periodista e historiógrafo Josep Maria Quadrado, dedicaba a la escritora parisina George Sand a partir de un conjunto de textos que atentaban “contra nuestra dorada balear”. “Ignoro –escribe Quadrado– qué causa haya producido la afección histérica y nerviosa (…) o qué enojo le haya permitido extraviarse en groserísimas chanzas y absurdas reflexiones”. Más allá de un asunto estrictamente literario, el intelectual menorquín llevó a un terreno personal el conjunto de críticas que despacha contra una autora “vestida un día de hombre por los caminos y envuelta en el humo de su cigarro”. Por ello, la retrata como una mentirosa, cobarde o depravada –entre otros apelativos– antes de concluir su célebre texto con una contundente afirmación: “Sand es la más immoral de los escritores y Mme. Dudevant la más inmunda de las mujeres”.

“Un hiver à Majorque” es, a grandes rasgos, un cuaderno de viaje autobiográfico que aparece por primera vez en 1841 en la revista Revue des Deux Mondes con el título original “Un hiver au Midi de l’Europe”. En él, narra con todo tipo de detalles las vivencias que experimentó junto a su pareja, Frédéric Chopin, durante los 95 días –es decir, desde noviembre de 1838 hasta febrero de 1839– que pasaron en Mallorca. A la vez que loa la espectacularidad del paisaje insular, el texto caricaturiza a sus habitantes.

“¿Qué pueden importar a los mallorquines las novedades llegadas desde fuera sobre política o arte si el cerdo es el único asunto que les preocupa?”.

Según la escritora, los mallorquines conformaban una sociedad retrasada, vulgar, poco higiénica, conformista y pícara que, en palabras textuales, estaba mucho más cerca del continente africano que de Europa.

“Habíamos llamado a Mallorca “La Isla de los Monos” porque, viéndonos rodeados de bestias, astutos ladrones y, no obstante, inocentes, nos habíamos habituado a preservarnos de ellos sin más rencor ni despecho que el causado a los indios por los orangutanes (…) Cuando entramos en Barcelona, estábamos tan deseosos de acabar para siempre con aquella raza inhumana que no tuve paciencia de esperar hasta el final del desembarco”.

Su segunda edición –que incorpora, de forma definitiva, el título con el que ha pasado a la historia– se convirtió en un elemento rechazado y demonizado de forma unánime tanto por el conjunto de intelectuales locales encabezados por Quadrado como por toda una generación de literatos en lengua castellana. Si Pío Baroja ridiculizaba su aspecto físico (“Una mujer gorda, cetrina, poco atractiva, tan talluda (…) como Chopin”), el poeta y periodista nicaragüense Rubén Darío la describía en sus textos como una “comehombres, nínfica, caprichosa, loca y mala madre”.

Por encima de las críticas dirigidas a la sociedad mallorquina –así como la falta de fundamento y subjetividad atribuidos al texto– George Sand reunía todos los atributos posibles para convertirse en objeto de todo tipo de burlas y comentarios maliciosos: ser de ideología liberal en una España anquilosada en el Antiguo Régimen; ser declaradamente agnóstica en una sociedad religiosa hasta su médula; ser promiscua dentro de un marco moral en el que la libertad sexual era sinónimo de condenación eterna. Que fuera madre de dos niños, separada y, peor aún, vistiera como un hombre, le ayudaron a ser comprendida.

“Un hivern a Mallorca”, que fue traducido al castellano en 1902 por Pere Estelrich Fuster, pasó de ser un libro repudiado por la imagen despectiva que ofrecía de los mallorquines a ser reivindicado hasta el punto de convertirse en una especie de best-seller. Desde entonces, se han editado incontables ediciones, traducciones y estudios críticos que la confirman como una obra íntimamente ligada a la memoria colectiva de esta isla.

En la colección Frédéric Chopin y George Sand que se encuentra en la Cartuja de Valldemossa se pueden admirar un conjunto de objetos personales de la escritora, entre los que destacan una serie de manuscritos originales. Tiempo después, estos mismos escritos estructurarían su controvertida obra. Al margen de las disputas y los sentimientos opuestos que provoca “Un Invierno en Mallorca”, constituye un documento de un valor que va más allá de la literatura: las palabras de Sand construyen un mito –primitivo y, sobre todo, exótico– que perduró en el discurso turístico de la segunda mitad del siglo XX, además de revivir el auténtico paraíso: el perdido.

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