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Pese a que apenas superaba los cuarenta años, el físico castigado de Rubén Darío denotaba los excesos con los que Rubén Darío había alternado su actividad creativa durante años. Es por ello que, durante sus últimos años, el estado anímico del genio nicaragüense queda perfectamente reflejado en su obra: se encuentra cansado, triste y melancólico, pero también necesitado de esperanza y, por supuesto, redención. En cierto modo, eso es lo que refleja “Poema del Otoño y otros poemas”, un libro de apenas cien páginas editado en 1910 por la Biblioteca Ateneo de Madrid, dirigida por uno de los principales apoyos de Darío en sus momentos más inciertos: Mariano Miguel de Val.

Pese a que en el conjunto de este pequeño libro haya resultado mucho más trascendente el poema “A Margarita Debayle”, lo cierto es que destacan algunas alusiones significativas a su primera estancia en la isla de Mallorca y, más concretamente, en el pueblo de Valldemossa. La descripción idealizada y bucólica que hace del pueblo mallorquín en un primer poema, precisamente titulado “Valldemossa”, consigue cautivar al lector desde sus primeras líneas:

“Vago con los corderos y con las cabras trepo / como un pastor por estos montes de Valldemossa / y entre olivares pingües y entre pinos de Alepo / diviso el mar azul que el sol baña de rosa”.

Darío proyecta mediante la sublimación del paisaje el anhelo de paz después de unos años turbulentos, en los que el abuso progresivo del alcohol precipitaría su muerte en 1916 a la edad de cuarenta y nueve años.

Lo mismo sucede con los ochenta versos divididos en veinte estrofas que estructuran “La Cartuja”, un poema en el que el autor empieza describiendo a los monjes cartujos

“a los que en su existencia solitaria / con la locura de la cruz y al vuelo / místicamente azul de la plegaria / fueron a Dios en busca de consuelo”.

Al igual que en el caso anterior, el texto se termina convirtiendo en una alegoría de los propios deseos del autor. Así lo reflejan sus emocionantes versos finales:

“¡Y quedar libre de maldad y engaño / y sentir una mano que me empuja / a la cueva que acoge al ermitaño / o al silencio y la paz de la Cartuja!”.

Teniendo un interesante contrapunto respecto a las obras en prosa «La isla de oro» (1907) y «El oro de Mallorca» (1913), ambas inacabadas, la visión poética de Valldemossa y su Cartoixa reflejan con fidelidad el impacto que provocaron en el llamado “Príncipe de las letras castellanas” en los últimos años de su vida.

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